caballocorcho 2

De vez en cuando lograba saltar al bolsillo del abrigo de alguien que salía de la casa, así iba a husmear por las calles. En realidad era muy fácil escapar de la cajita de cartón. Sólo era cuestión de tensar bien las patitas de fósforos, tomar impulso y listo... el cuerpo de corcho amortigua todo. No salía mucho porque le daba un poco de pereza y ... bueno, una mal disimulada desidia también aparecía de vez en cuando.
Pero cuando salía, sentía que vivía un poco ... claro, dentro de lo que sus parámetros de aserrín podían permitírselo. Las vitrinas de las jugueterías de la calle, los parques de juego... en fin, era de cierto modo un mundo muy ajeno al de la cajita de cartón.
Lo malo es que caballocorcho, con sus patitas de fósforo y cuerpo de corcho que amortigua, no siempre entendía bien lo que pasaba alrededor de el. NO comprendía por que los juguetes de marca le sacudían los pelos de alambre de su cabecita de latón a modo de ... cariño? Muchas veces se encontraba que terminaba hablando sólo o que sencillamente había hablado demasiado y no se daba cuenta (hablar es un decir, sólo agitaba la cola de alambre con cierto compás de lenguaje morse).
Caballocorcho generalmente regresaba callado a la cajita de cartón, NO hablaba con el camión sin ruedas ni con el payaso sin brazos, se quedaba así por varios días. Al final siempre terminaba hablando porque le ganaba el hambre (siempre hay polillitas que comer en un closet) o las ganas de hacer la acrobacia por el que toda la cajita lo recuerda y quiere.

Ven acá caballito... en este mundo eres real. Puedes reir sin miedo y trotar hasta cansarte. Acá no existe el especio pequeñito de la caja, ni las enormes lunas de la calle. Dame tu patita de fósforo. Acá el tiempo es mi cómplice, y la distancia mi mejor colaboradora. Te prometo que tus mejores recuerdos serán los que estén por suceder....