Thursday, January 31, 2008

Puquykilla

Mi primer encuentro con la lluvia debe haber sido durante aquel viaje que se pierde brumoso entre los primeros recuerdos de mi niñez temprana. Fue al campamento minero de una empresa norteamericana, donde mi papá era consultor. El lugar, que queda a cerca de dos o tres horas de Lima y está a casi 4000 msnm, se llama La Oroya. La ciudad tiene el infeliz privilegio de ser considerado –hasta estos días, y seguro que por muchos más- uno de los lugares más contaminados del planeta. Era 1980 ... debe de haber sido en verano de ese año, ya que el viaje fue largo, y mis padres seguramente decidieron que mis vacaciones serían bien invertidas en medio de nieve tóxica y permitiendo que el plomo invada mis venas. Recuerdo que en medio de la noche, en una habitación compartida con mi hermano mayor, comenzó un golpeteo pequeñito primero, que iba creciendo y creciendo hasta volverse un terco zapateo en vidrios, techos y paredes (que eran fabricados de ese elemento prefabricado que a los gringos les gusta tanto). “Maa-maaaaaaaaaaaa..........” Con esa capacidad asombrosa que siempre ha tenido mi madre de explicar cosas complejas de la forma más sencilla posible (o, en su defecto, una buena bofetada si el tema se vuelve espinoso), nos explicó rápidamente que el agua caía de las nubes, y era muy necesario para que existan ríos y mares ... En mi pequeña lógica, entendí que la lluvia era buena porque aseguraba que la playa iba a estar llena de agua de mar y , bueno, seguramente el año pasado no llovió como ahora. Entonces ... lluvia igual a playa! Esa idea me gustó y me dejé arrullar por la lluvia hasta dormir.

Al año siguiente, confiado en que con la súper lluvia que escuché el año pasado bastaba y sobraba, esperé feliz a que mis papás me lleven a la playa para ver todo ese mar que esa noche cayó sobre nuestras cabezas. Pero no pude ver el mar en esa ocasión. Las carreteras se habían bloqueado por las lluvias y solamente nos quedaba ir de fin de semana a Chosica, que queda como a una hora de Lima y está a algo de 1000 msnm. El fin de semana se extendió a media semana debido a que cayeron huaycos (avalanchas de lodo) en todo el camino de regreso a Lima. Ahora resulta que la lluvia también bloquea caminos! La lluvia ya me había comenzado a caer antipática.

Algunos años después, pude observar durante caso tres horas seguidas una tormenta tropical desde la ventana del departamento en piso 600 de una tía en Miami. Me quedé hipnotizado con la violencia de los rayos, y como estos desarrollaban una ordenada anarquía de dominación sobre el horizonte.... ya sabemos como son los rayos, hacen lo que les da la gana.

Lo que siempre me gustó de la lluvia es ese carácter de cosa foránea con el que llega. En Lima nunca llueve (llueve de costado y jodiendo); es por eso que sentir una lluvia generosa, terca e inacabable definitivamente era algo fuera de este mundo, o al menos fuera de esta Lima. Mi mamá y toda su familia, comenzando por mi entretenidísima abuelita quien contaba las mejores leyendas de la selva del Perú, citaban sin parar las “teeeeeeeeeeempestades” que se formaban en Iquitos, y de cómo todas las ánimas de la jungla, comenzando por el infaltable Tunche o el pavoroso Chullachaqui salían a hacer de las suyas cuando caía “del cielo su agua”.

Esta noche está lloviendo muchísimo en Zorritos. La luz se fue apenas comenzó a ponerse fuerte la cosa. Y mientras estoy sentado en la cama, exprimiendo los últimos minutos de batería de la laptop, me doy cuenta que el lugar común de “escuchar la lluvia mientras nos quedamos dormidos” tiene absoluta vigencia hasta hoy.

Escuchando la lluvia recuerdo que cuando era niño, pensaba que esa agua que cae del cielo garantizará que mañana pueda irme a la playa. Luego aprendí que la lluvia cae para asegurar el desenvolvimiento normal de casi todo organismo vivo en la Tierra.

Ha empezado a llover casi todos los días, al menos un rato, desde que supe más y más de ti. Hoy entiendo que la lluvia tiene planes para mi ; aún no me los ha revelado, pero si afino la oreja, detrás de todo ese rebotar de gotas, hay un mensaje de renacimiento, de limpieza, y de nutrición para el alma ... de esperanza en que el sol está ahí, al otro lado del mundo, y aunque no nos veamos, existimos e importamos.

2 comments:

Lomo-dipendente said...

Mi primer contacto con la lluvia fue en la vil Ilo-hell, antes de volverse vil. Salí a jugar con los amigos de la villa militar y regresé a casa empapad. Aprendí que cuando llueve no se debe tocar el timbre, porque uno se queda tieso.

Anonymous said...

Eso fue como la introducción a la lluvia en Geography for Dummies.

Adoré los links.

It's raining plantito.